18 agosto, 2008

El hijo bastardo de la saga Panzer


Como ferviente seguidor de los Panzer Dragoon, pequeñas joyas que nos legó Sega en su fallida etapa como fabricante de hardware, no podía quedarme sin probar Panzer Dragoon Mini, juego de Game Gear al que se le hizo un espectacular vacío en tierras niponas por motivos que aquí trataré de explicar (si no me da un derrame cerebral en el intento).

Controlando el dragón emblema de la franquicia (con dos variantes de color heréticas, a la elección del jugador), hemos de recorrer una vez más un caótico mundo de reliquias orgánicas y mecanismos de defensa naturales que salvaguardan la integridad del planeta. La ambientación, muy lograda en las entregas de Sega Saturn (la repanocha en Xbox), se ve reducida en Game Gear a la mínima expresión, alcanzando una pobreza indigna incluso de programas para consolas Atari. Escenarios simples, desolados... salpicados sólo de los sprites típicos de la serie, que en ocasiones no merecen ser declarados legítimos por la vagueza con la que están diseñados.

La mecánica es sencilla: mover el objetivo que representa la mira del dragón, y en el rocambolesco caso de cuadrarlo con un enemigo, tratar de derribarlo. Digo rocambolesco porque el comportamiento de los disparos del dragón es bastante errático, aunque podéis estar tranquilos, que esto no supone inconveniente alguno para pasarse el juego. Todo cuanto aparece ante el dragón se esfuma en cuestión de segundos, y los rayos y bolas que los bichos perversos te lanzan a quemarropa son más fáciles de esquivar que una pelota de playa. Luego nos encontramos con la paradoja de que los jefes finales (que suelen aparecer con un cambio a scroll lateral) ocupan casi toda la pantalla y son lentos con ganas, por lo que únicamente en estos combates (a priori los más difíciles) fallar un tiro sería como no meter canasta a un centímetro del aro.

Otro detalle que encumbra al juego más aún si cabe es la ausencia total de estadísticas: al acabar una fase no nos indica puntuación, porcentaje de rivales derribados... ¿para qué? ¿A quién le interesa saber esto si nadie va a tratar de batir sus propios récords después de haber sufrido un bodrio como éste?

Al menos, sus creadores fueron honestos con ellos y con el público. Como se trata de un juego maloso, hagamos ver que no existe desde su mismo lanzamiento, pensaron. Resultado: conseguir una copia original de Panzer Dragon Mini es misión casi imposible. Tanto, que corre por ahí una leyenda urbana que dice que ni siquiera los miembros del Team Andrómeda se quedaron con la que les correspondía... aunque no es difícil imaginarse el por qué.

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